Siete de cada diez emprendedores sufre problemas mentales, según la plataforma Startup Snapshot
Casi nadie alcanza el exit. De hecho, casi nadie construye una empresa rentable. La vida media de una startup en España apenas rebasa los tres años, según apunta South Summit. Y, sin embargo, las expectativas creadas en la cultura digital contemporánea someten a los emprendedores a una presión brutal.
Hace dos meses, Sifted publicaba los resultados de una encuesta elaborada a partir de los testimonios de 156 fundadores. El 49% admite que se plantea dejar la startup creada con sangre, sudor y lágrimas este mismo 2024, un 65% pasa menos tiempo con familia y amigos, el 62% ha recortado sus vacaciones, otro 57% practica menos deporte y un 43% come peor.
En los últimos 12 meses, prosigue el informe, un abrumador 85% de los fundadores confiesa haber sufrido episodios de estrés graves, sin que problemas como la ansiedad (76%), el insomnio (55%), el síndrome del trabajador quemado (53%) e incluso la depresión (39%) sean de escasa entidad. A pesar de que la muestra de la encuesta es pequeña, los datos son aterradores.
Uno de los principales motivos que empuja a un cofundador a rendirse es la discusión permanente con sus socios. De ahí que los pactos que regulan esta relación más allá de la amistad o la camaradería sean tan relevantes. La presión de los inversores es la otra gran razón para abandonar el barco. Nadie entrega gratis su dinero.
Frente a la niebla, un faro
La israelí Yael Benjamin funda Startup Snapshot en enero de 2020 como una plataforma de datos compartidos para aportar transparencia al ecosistema. Nada más acceder a la web, una reflexión llama la atención: «La paradoja del estrés tiene lugar cuando un fundador afirma lo feliz que se siente como emprendedor, cuando la realidad dictamina todo lo contrario. Emprender es una experiencia muy dura».
En la séptima edición del estudio que esta organización despliega, las conclusiones son tan preocupantes como las de Sifted. Uno de cada diez fundadores sufre ataques de pánico y siete de cada diez arrastran problemas mentales. Además, el 81% oculta su estrés y más de la mitad procura que ni siquiera sus socios descubran el bache que atraviesan. El escenario se complica cuando a la ocultación se suma el estigma. Los emprendedores más jóvenes (y los hombres más que las mujeres) creen que buscar ayuda psicológica es una muestra de debilidad.
La lacra del insomnio, ya mencionada, es más acusada cuanto más capital se levanta. Y el grado de soledad reconocido por esos fundadores es de 7.6 puntos sobre 10 (siendo 10 la soledad extrema). Resulta muy llamativo, casi inverosímil, que a pesar de este puñado de evidencias, un 93% de los fundadores declare que volvería a emprender con los ojos cerrados. A la paradoja del estrés habría que añadir la paradoja de la autoflagelación, aunque también es posible concluir que, más allá del marketing, quien construye una startup es un verdadero soñador.
Fuente: The Objective